Impuesto a la Riqueza: ¿Cuáles son las Consecuencias?
Una de las cosas que más me gustan de trabajar como editor en Mundo es que estoy constantemente en contacto con personas sumamente interesantes de quienes aprendo mucho: expertos, abogados, hombres de negocios y escritores.
En Mundo nos enorgullecemos al poder decir que lo mejor que hemos alcanzado como publicación es nuestra amplia red de expertos. Gracias a ellos podemos ofrecer soluciones financieras completes para personas de negocios e inversores de todas partes del mundo. Afortunadamente, cada vez que escribo un artículo, aprendo mucho de la experiencia y del conocimiento de nuestros expertos.
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A continuación presentamos un artículo basado en otro, escrito por uno de nuestros socios, con un toque personal del editor.
Las consecuencias del impuesto a la riqueza
Uno de los temas de los que más se habla en los medios es la pandemia del Covid-19, la enorme crisis económica generada por esta y sobre los gobiernos que intentan tomar medidas desesperadas para resolver sus problemas financieros mediante el aumento de los impuestos. Lamentablemente, la persecución de los gobiernos hacia la clase adinerada está apoyada por la opinión publica.
La gente usualmente cree que el dinero de los ricos es “mal habido”, o que estos son culpables solamente por ser ricos. De alguna manera, la sociedad cree que los más adinerados tienen la culpa de la creciente pobreza y del ensanchamiento de la inequidad económica.
La desigualdad extrema existe y es un problema serio. En Mundo, creemos que no debería existir una diferencia de riqueza tan abismal en el mundo. Sin embargo, no creemos que la solución sea redistribuir los pedazos de la torta de manera más equitativa. El problema se resolverá si la torta se agranda y más riqueza y más recursos son generados para que todos puedan aprovecharlos. La clave es aumentar la torta, no cortar los pedazos de manera más igualitaria.
Una pregunta interesante es: ¿por qué la torta es tan pequeña? Algunos de los motivos incluyen corrupción gubernamental y corporativa, manipulación del mercado, los bancos centrales, racismo, favoritismo, interferencia extrema del estado, y otras. Simplemente, todo se resume en esto: avaricia y bajeza humana. La riqueza no es el problema ya que muchas de estas características (racismo, despotismo, manipulación, etc.) se encuentran tanto entre los más ricos como entre los más pobres. El problema es la naturaleza humana, pero eso es algo que no podemos solucionar.
Por lo tanto, este artículo pretende hablar sobre el impuesto a la riqueza, una herramienta que se usa con la excusa de distribuir la torta de manera más equitativa, pero que no funciona y en la mayoría de los casos produce un efecto contrario al deseado. Este tema está siendo discutido en todo el mundo debido a la crisis actual ya que la mayoría de los gobiernos elijen estrategias como esta para financiar sus economías desahuciadas. Pero… ¿Los impuestos a la riqueza ayudan verdaderamente a la economía?
El impuesto a la riqueza es diferente que el impuesto sobre la renta o las ventas porque es un impuesto sobre los activos que se poseen “independientemente de si son vendidos, intercambiados o divididos”. Este impuesto es aplicado al valor de los activos asumiendo que están siendo vendidos en ese instante. El impuesto a la riqueza depende del mercado, a diferencia del impuesto sobre la renta o las ganancias de capital.
De esta manera, un impuesto a la riqueza es muy poco práctico. Hipotéticamente, puedo tener 5 millones de dólares en acciones de Amazon, pero no tener 5 millones en efectivo. De todas maneras, el gobierno evalúa el valor de mis acciones, de mi propiedad, o de las riquezas que tengo, y en base a esto me aplica el impuesto a la riqueza. Pero estos activos son en su mayoría ilíquidos, por lo tanto, estoy forzado a venderlos para poder pagar el impuesto. Esto es completamente ridículo y bastante injusto. Además, este enfoque contribuye a la destrucción del capital productivo.
Debido a la crisis profunda causada por la cuarentena, muchos gobiernos del mundo están pensando en implementar un impuesto a la riqueza. La idea principal es que al hacer esto las ganancias del estado aumentarán y estos fondos podrán usarse en la lucha contra el coronavirus y para restablecer sus economías desgastadas. Esto puede parecer una buena idea, ¿pero lo es en realidad?
Cuando aparece la pregunta sobre implementar impuestos a la riqueza, también aparece la idea de aplicar una escala ascendente. Esto significa que los más ricos pagan un mayor porcentaje que los menos ricos. Aunque parece justo en principio, no lo es tanto si se piensa detenidamente. Este sistema ascendente impacta a todos por igual. Lo justo sería que todos paguen el mismo porcentaje. Si se paga el 10%, entonces que el que tiene 10 millones, pague 1 millón, y que el que tiene 1 millón pague 100,000. En otras palabras, una tasa fija.
Además, si se analiza la situación de manera racional, aplicar impuestos extremos a los más ricos no ayuda a nadie porque estas son las personas que tienen los medios para crear estructuras offshore complejas o simplemente irse del país, llevándose su riqueza con ellos. Esta riqueza usualmente hace de soporte para la economía del país en forma de compañías, empleo, vehículos financieros, etc. Las restricciones cada vez más estrictas sobre las zonas offshore han hecho que la formación de estructuras de reducción de impuestos sea mucho más difícil. Esto es un hecho, pero ¿difícil para quién exactamente?
Ahora puede ser más complicado para un individuo de clase media o un pequeño empresario establecer una estructura offshore, pero los extremadamente ricos pueden hacerlo fácilmente ya que tienen el dinero y los medios para implementar estas estrategias. Ellos escapan hacia aquellos países donde son tratados mejor y generan una pérdida económica en aquellos países de los que huyen. Y esto sin mencionar que, en algunos países, el uso de los fondos tributarios tiene fines muy cuestionables. Por consiguiente, la fuga de capitales es un gran riesgo y un efecto secundario muy probable del impuesto a la riqueza. Este riesgo debe ser considerado en la ecuación que estamos analizando.
Cuando hablamos de fuga de capital, no solo nos referimos al dinero o a las inversiones, sino que a algo quizás más valioso: el talento. El capital económico no es lo único que se escapa hacia aquellos lugares con mejores incentivos, sino que también lo hacen los individuos productivos, las personas talentosas y sus ideas innovadoras.
La verdad que nadie quiere escuchar es que la verdadera meta de una persona de negocios no es crear puestos de trabajo, sino que desarrollar una idea y hacerse rico, haciendo ricos a quienes estén alrededor también. Obviamente, en el proceso, serán creados puestos de trabajo, se proveerán servicios, y habrá una inyección de dinero en el mercado en general. Cuanto más dinero tienen las personas, más gastan y por lo tanto la economía se fortalece.
Por consiguiente, es importante que los gobiernos apoyen los negocios y faciliten las vías para que estos crezcan, manteniendo un sistema fiscal saludable para ayudar a los sectores más vulnerables de la sociedad. Sin embargo, el objetivo principal debe ser promover la productividad, porque esta es la mejor manera de ayudar al pueblo.
Analicemos por qué la imposición de impuestos demasiado altos sobre la clase alta no ayuda a los más desamparados. Cuando la clase alta genera dinero, este no se esfuma en el aire, sino que es constantemente invertido e inyectado en la economía de un país. El capital es o invertido o depositado en un banco, posibilitando el préstamo de dinero para el desarrollo de nuevos negocios, bienes raíces, y para el consumo de bienes y servicios. Incluso si una familia adinerada guardara su dinero en el sótano, el banco central podría imprimir dinero adicional a la economía para contrarrestar el efecto del retiro de este dinero. Esto no causaría inflación inmediata.
Existe mucha evidencia de que las estrategias de implementación de impuesto a la riqueza han traído más perjuicios que beneficios para la economía del país en cuestión. Hoy en día solo tres países implementan este impuesto.
En Francia, por ejemplo, durante los 80, se implementó un impuesto sobre la riqueza a aquellos cuyo patrimonio sobrepasaba los 1.5 millones. Como resultado, 42,000 millonarios dejaron el país y se mudaron a lugares con políticas más convenientes. En 2017, este impuesto fue quitado.
Suecia tenía un impuesto a la riqueza de 1.5% para individuos y familias cuyo capital era mayor a 200,000. La implementación de este impuesto causó una fuga de capital estimada en 1.5 trillones de coronas suecas.
Muchos países han abandonado la idea de imponer un impuesto a la riqueza por estos motivos y también porque es muy difícil de implementar. Antes de aplicar mayores tasas impositivas a los ricos (quienes eventualmente tienen los medios para irse a donde quieran y cuando quieran) es importante considerar quiénes van a sufrir los impactos negativos de este impuesto.
Consecuencias financieras indirectas del impuesto a la riqueza:
- A pesar de lo que la opinión pública cree, en general los ricos no gastan su dinero en yates y fiestas, sino que tienen su riqueza en activos ilíquidos. Estos activos son invertidos en la economía (negocios, bonos, acciones, etc.)
- Implementar un impuesto a la riqueza aumentará los costos. Los individuos sujetos a pagar este impuesto querrán mantener sus ganancias e intentarán compensar. Por consiguiente, subirán los costos de los productos y servicios.
- No será redituable invertir en bonos del gobierno, por lo tanto, el estado tendrá menos fondos para financiar proyectos y ayudar a la sociedad.
- Un impuesto a la riqueza producirá una tendencia de inversión en activos ilíquidos en vez de acciones y bonos, lo que resultará en una baja general del mercado de valores.
- Muchos se verán forzados a vender sus activos para pagar el impuesto y el mercado se encogerá aún más. Los inversores tienen la posibilidad de invertir en vehículos alternativos que pueden no estar disponibles para el público en general.
- Como hemos señalado anteriormente, los ricos cuentan con los medios para financiar herramientas complejas y reducir su carga fiscal. Dichas herramientas pueden ser fideicomisos y estructuras financieras. También pueden costear los servicios de los mejores abogados, contadores y asesores fiscales.
Volviendo a la metáfora de la torta, parece que quitarle a los ricos para darle a los pobres no es la respuesta, sino que hacer crecer la torta para que todos puedan alimentarse de esta.
Otra forma de tributación que encuentra muchos detractores es el impuesto a la riqueza heredada. Además de que los activos en un proceso de herencia ya han sido gravados muchas veces (impuesto sobre la renta, ganancias de capital, impuestos sobre la propiedad, etc.) este impuesto trae otros problemas también. El argumento es que los beneficiarios nunca han pagado impuestos por estos activos. Muchos herederos se ven forzados a vender el activo o propiedad para cumplir con este deber tributario.
Se dice que el 70% de las familias pierden su fortuna en la segunda generación y el 90% en la tercera. Solo el 13% de las familias puede mantener su riqueza por tres generaciones. Esto ocurre porque muy pocas personas están familiarizadas con las estructuras de protección de activos disponibles que incluyen: segundo pasaporte, residencia fiscal, sucursales, fundaciones y fideicomisos, o una combinación de todas estas estructuras. En Mundo siempre enfatizamos el hecho de que una estrategia de protección de activos debidamente diseñada es vital para todas las familias. Esto se aplica tanto a la clase media, alta y ultra-alta.
Panamá, por ejemplo, tiene estructuras accesibles y varios programas de residencia disponibles. Ofrecemos un plan de protección de activos único basado en la teoría de las cinco banderas, que consiste en 5 pasos. La llamamos “estrategia Forever Free”. Lea más sobre esta estrategia aquí.
La carga de los impuestos cae sobre los más ricos. En los EE. UU., 1% de los contribuyentes pagaron más dinero en impuesto sobre la renta (37.3%) que el otro 90% combinado (30.5%). En septiembre de 2017, un reporte de la Reserva Federal mostró que, en 2016, un 1% de la población poseía el 38.5% de la riqueza del país. Nos encantaría que esta brecha se achicara, pero no mediante el control gubernamental y el aumento de los impuestos, que solo logra empobrecer a todo el mundo, sino que mediante un plan de libre mercado, sin manipulación y con la mínima interferencia del estado.
La verdad es que los extremadamente ricos protegen sus monopolios mediante huecos en las regulaciones para usar las leyes a su favor y quebrar a la competencia. Esto es apoyado por un sector de gobernantes corruptos y por un sistema judicial de las mismas características.
Algunos reportes estimaban que para el 2019 más de 600 millones de personas vivirían en la extrema pobreza y me pregunto cómo se verían estas estadísticas luego de la crisis económica generada por la cuarentena en 2020. Si observamos las estadísticas de desempleo, la situación se vuelve preocupante. ¿Es realmente una buena estrategia reducir la producción aún más mediante la implementación del impuesto a las ganancias?
La desigualdad extrema es un asunto que necesita ser atendido urgentemente y la creación de puestos de trabajo, la educación y el crecimiento económico son factores claves para resolver este problema. Pero el lanzamiento de planes sociales para los sectores más vulnerables es como poner un apósito a una persona que ha perdido el brazo. Probablemente esta persona se desangre.
De la misma manera, entregar los recursos del estado a gente que no es productiva, resulta en una sentencia de muerte para la economía de un país. Además, hace que estas personas sean cada vez más dependientes de la ayuda del gobierno.
En Mundo, opinamos que debería haber un mercado libre con menos regulación para reducir los precios de servicios y productos. De esta manera, la población podrá gastar más (cenas en restaurantes, entretenimiento, bienes, viajes, etc.), lo que hará crecer a la economía. Esta estrategia satisface las necesidades de todos y todos se vuelven más ricos en vez de más pobres. Entendemos que es más fácil decirlo que implementarlo, sin embargo, creemos que esta es la dirección en la cual debemos enfocarnos si queremos reducir la desigualdad económica y hacer del mundo un lugar más justo.
En conclusión, mientras los extremadamente ricos continúen manipulando el mercado con la ayuda de un sistema corrupto, y mientras los más necesitados sigan dependiendo de la asistencia del gobierno, sin producir, la economía mundial seguirá avanzando hacia un desastre inevitable.
Este es el momento correcto para planear un programa de regulación gubernamental más reducido y de repartir los activos de manera acorde.
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