En muchas ocasiones, cuando oímos hablar de Europa del Este, el primer pensamiento que nos viene a la cabeza es el recuerdo del bloque soviético que gobernó la región con mano de hierro durante casi todo el siglo XX. El modelo comunista exportado por Rusia a todos sus países vecinos dejó profundas consecuencias en la región tras su caída en 1991.
Pero precisamente una de ellas para muchos países postsoviéticos fue saber por las malas que las políticas estatistas simplemente no funcionan. Así que, cuando todo va mal, hay que desarrollar nuevas estrategias para asegurar la estabilidad, mantener el crecimiento de la economía y, en general, garantizar un buen entorno para las inversiones y los negocios.
Países como Letonia, Lituania y Estonia, que soportaron el comunismo, se tomaron esto muy en serio, dando un giro de 180º a su forma de concebir la economía.